17 mayo 2008
MARÍA SAN GIL EN LA DIANA
Cuando Zapatero descubrió que para ganar la presidencia del gobierno tenía que ejecutar políticamente al líder de los socialistas vascos, Nicolás Redondo, no lo dudó ni un momento. Como Caifás, pensó que 'era necesario que un hombre muriera para que el pueblo se salvara', o dicho sin fariseísmos, que era necesario eliminar a un socialista honrado que luchaba contra el nacionalismo vasco obligatorio, para que él llegara a la Moncloa de la mano de los nacionalistas. Con la ayuda del aparato y sobre todo del imperio mediático de PRISA lo logró rápidamente, haciéndole dimitir y haciendo triunfar en el consiguiente congreso del PSE a su alfil, Patxi López, si bien hubo casi un 40 % de votos ex redondistas.
Lo más triste de la historia es que de esos discrepantes con la línea oficial la inmensa mayoría se acomodaron a la 'nueva política' del PSOE, muchos coparon de nuevo momios y sinecuras, Nicolás Redondo se retiró a su casa si bien siguió en el partido que le había degollado políticamente hablando, y sólo una mujer valiente, y unos pocos más, al final se convencieron de que para seguir defendiendo la dignidad de la política y la libertad a pie de calle había que marcharse del PSOE. Esa fue Rosa Díez.
Rajoy tras la segunda derrota electoral ha llegado a la conclusión de que tiene que hacer lo mismo que Zapatero, abandonar la dignidad y la defensa de la libertad, y hacerse el simpático con los nacionalistas. Es decir, olvidar la idea de una nación de ciudadanos libres e iguales, y echarse en manos de la vieja y reaccionaria teoría carlista de una nación de naciones, de una especie de confederación de reinos medievales donde cada taifa, en función de su poderío, establece sus propios privilegios.
Por eso, si como ha dicho ese liberal de salón que es Lasalle, María San Gil no se ha enterado de que la política del PP tiene que cambiar para ganar las próximas elecciones generales, es necesario ejecutar políticamente a la presidenta vasca. Y si alguien piensa que la abrumadora mayoría de los 'populares' vascos la va a apoyar contra Rajoy, que miren en el espejo del PSE del 2002. Las prebendas de la partitocracia que vivimos son un gran disolvente de principios y valores.
Establecido pues que María San Gil, además de padecer una diana material -muy real- sobre su cabeza fijada por los nacionalistas que le hace sacrificar todos los días su vida particular y la de su familia, ahora está también en la 'diana política' del presidente del PP, la única duda que se nos plantea es la siguiente: ¿Se retirará a su casa y acaso participe en alguna tertulia radiofónica como el 'bautista' Redondo, o seguirá en la política activa, presentándose a las inmediatas elecciones vascas para seguir defendiendo a cuerpo descubierto la libertad de los ciudadanos vascos y españoles en general, abandonando su partido como en su momento hizo Rosa Díez?
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