En Italia las cosas no están del revés como en España. La derecha, que defiende legítimamente ciertos privilegios por muy democrática que sea, potencia la federalización del país hermano, apoyando la defensa de los privilegios económicos y culturales de las regiones más ricas en detrimento de las más pobres. Lógicamente la izquierda se opone a la federalización porque defiende -además de la libertad- la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley, despreciando privilegios étnicos, culturales y económicos. Justo al revés que en España.
A pesar de que la victoria de la amplia coalición de izquierdas liderada por Prodi en las elecciones italianas arrastra la sombra de la artificiosa amalgama de partidos, incluyendo desde democristianos de izquierdas hasta poscomunistas, pasando por la
izquierda liberal, laica y radical de Emma Bonino, y a pesar de que el triunfo electoral ha sido por la mínima, uno se siente optimista ante el cambio de gobierno en Italia. El
oligopolista mediático-empresarial Berlusconi, trasunto de Polanco a la italiana, y su coalición con los separatistas de la Liga Norte y los posfascistas de Fini, han sido derrotados, aunque
el capo no quiera de momento admitir la derrota.
Saludemos el cambio de gobierno, y confiemos en que la minoritaria pero intelectualmente potente izquierda cívico-radical italiana, liderada por esa mujer incombustible todo coraje, Emma Bonino, logre centrar a la amalgama izquierdista en una posición de defensora siempre y en todo lugar de los ideales ilustrados de igualdad, laicismo y libertad.
En esa izquierda liberal, laica y radical italiana está, en mi humilde opinión, un buen espejo para el fundamento ideológico de
Ciutadans de Catalunya, como así lo trasluce el segundo manifiesto de los
intelectuales impulsores. Otra cosa es, naturalmente, el programa político concreto, que debe basarse en la situación políticamente singular que vivimos los ciudadanos de Cataluña, acosados por el nacionalismo uniformizador y asfixiante.