Todos son nacionalistas, y por ende secesionistas; su objetivo es el fraccionamiento de la nación política España para crear una nación étnica, Cataluña. Es decir, un Estado donde no prime el concepto cívico de igualdad en derechos y deberes, sino el principio antidemocrático de la prevalencia de una identidad cultural sobre otra. Lo que difiere entre sus dirigentes es la táctica: los hay que prefieren declararse separatistas sin complejos, como López Tena o Puig; los hay que juegan a la ambigüedad para rebañar votos en todos los pecios posibles, como el líder Artur Mas; y finalmente los hay como Recoder, fariseos que se visten con la piel de autonomista para ocultar al lobo secesionista que llevan dentro.
En efecto, Lluís Recoder, alcalde de Sant Cugat, pasaba por ser heredero de Roca, y por suponer la alternativa moderada en el seno de Convergencia al soberanista Mas. Pero la realidad no se puede ocultar por mucho tiempo. Las pasadas charlotadas celebradas en 167 municipios de Cataluña con supuestas consultas populares (sic) para votar la secesión del Principado han tenido la virtud, además de mostrar que el separatismo apenas supone el 25 % de la Cataluña rural, y seguro que mucho menos en las grandes ciudades, de desenmascarar al ‘moderado’ Recoder.
El alcalde de Sant Cugat, el supuesto autonomista de CiU, ha facilitado en todo lo posible la celebración del sedicente referéndum en su ciudad; pero no contento con ello, se ha ufanado de que él, el moderado Recoder, había votado, y había votado ‘sí’ a la independencia en esa farsa ilegítima, ilegal e inconstitucional.
El ‘moderado’ Recoder ha demostrado por la vía de los hechos que un nacionalista moderado es un imposible de la naturaleza, tan imposible como un círculo cuadrado.
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