LA RISA DE LAS HIENAS ATÓMICAS

¿Quién no ha visto y oído en alguna película, con una angustia inenarrable, con el corazón en un puño, la desolación de un campo de cadáveres sobre el que resuena la terrible e hiriente risa de las hienas que se acercan para darse un festín carroñero?

¿Podemos decir que las hienas se alegran de la muerte de seres humanos, o de una catástrofe humana? No, pero sí podemos afirmar que gracias a los cadáveres de todo tipo de animales, incluyendo los seres humanos, las hienas existen como especie. Sin muertos no habría hienas.

¿Podemos decir que esta tropa de ecologistas, pacifistas, comunistas y nacionalistas disfrazados de lagarterana antinuclear que se está viniendo arriba, que ayer tuvieron la obscena idea de manifestarse delante de la embajada de Japón -país que ha sufrido una hecatombe sin precedentes a causa de un terrorífico terremoto-, que afilan sus colmillos de cara a las elecciones que viene, se alegran de la desgracia japonesa? No, pero sí podemos afirmar que sin catástrofes humanas esa especie demagoga y populista no existiría.

Ha habido accidentes terribles en la historia, pero no por eso se ha aprovechado para condenar una determinada industria. En 1984 la India sufrió el desastre durísimo de la planta química de Bhopal que afectó a 600.000 personas, pero no por eso se ha abandonado la industria química. Naturalmente que se puede aprender de la desgracia de la central atómica de Fukushima, a pesar de que ha sufrido la violencia un terremoto seguido de tsunami inimaginable, para mejorar la seguridad de las centrales nucleares. Pero no por eso se va a condenar la energía atómica.

Buenos tiempos para la izquierda en Europa, que está en la UCI con respiración asistida desde el derrumbe del Muro de Berlín, si levanta la demagógica bandera antinuclear. Y en España para Izquierda Unida, que estaba no sólo muerta sino enterrada. Y para ese supuesto partido verde que quiere crear el ex presidente de Greenpeace España. Y quizá para un PSOE hundido en las encuestas si se decide a agitar esa bandera.

Las hienas se acercan y su risa nos hiela el corazón. Si hasta la conservadora canciller alemana se ha convertido en una ecologista de salón y confesionario ante la previsible pérdida de votos ¿qué nos espera en España?