04 noviembre 2007

RAYOS Y TRUENOS VIII

Ha aparecido un hereje en la SIA (Santa Iglesia Algoreana): Un científico del IPCC critica el alarmismo de Gore y la concesión del Nobel.
No entiendo cómo este científico de tres al cuarto se atreve a llevar la contraria a intelectuales tan ilustradas como Lucía Etxebarría o Ágatha Ruiz de la Prada. ¡A la hoguera con él!
Bueno, en realidad la secta del premio Nobel debería llamarse por su afán apocalíptico "Iglesia de Al Gore de los Santos de los Últimos Días"
¿Admitirá la poligamia como su epónimo el mormón Joseph Smith?

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¡Qué inteligente es el agit-prop de Zapatero!
Sabe que lo único que puede hacerle perder la elecciones es que el españolito medio 'nuevo rico' y 'progre de salón' sea consciente de que su seguridad y su comodidad son puestas en peligro por la chapuZa y la ineficaZia de Z...
Por eso en los bares y en los foros ya no hablamos de la crisis económica que viene, ni de los desastres de los tres AVES, ni de que Cataluña se hunde, literalmente, sino del 11-M.

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Se podrá estar de acuerdo o no con la política de Sarkozy, pero de lo que no cabe duda es que Francia tiene un presidente que se dedica a intentar resolver los problemas de la gente, con mayor o menor acierto. Incluso en domingo.
Lo que desgraciadamente tenemos en España es un personaje virtual, un holograma que repite hermosas palabras vacías como paz, talante, serenidad; en definitiva una especie de dibujo animado, pero que no sólo no resuelve los problemas de sus ciudadanos, sino que les crea nuevos (estatutos paraconstitucionales, negociaciones políticas con ETA, AVES que no vuelan y ni siquiera corren, etc.)
¡Vive la France! A veces pienso que nuestros afrancesados tenían su parte de razón.

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No hace falta tener la más mínima simpatía por Jiménez Losantos, incluso se le puede considerar un enemigo ideológico, para preocuparse por la salud de la libertad de expresión en España.
Si en este país nada menos que el Rey, y ahora el presidente de gobierno, pueden pedir en público -y en Público- que se acalle a un locutor por sus comentarios periodísticos, sin mediar querellas por algún presunto delito, y nadie, absolutamente nadie, ni del mundo de la comunicación ni del mundo de la política, levanta la voz y denuncia la coacción a la libertad de las dos más altas magistraturas del Estado, es que este país no es una democracia en el sentido tradicional del término.
Quizá sea una ‘democracia popular’, o una ‘democracia orgánica’, pero desde luego Democracia con mayúsculas, está claro que no.

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