06 noviembre 2011
POR UNA LEY ELECTORAL JUSTA
Decíamos en artículos previos de cara a las elecciones del 20N que era
necesario votar por la separación de
poderes, uno de los pilares fundamentales de la democracia real, así como
por la racionalización del Estado,
para que sea una herramienta útil a los ciudadanos y no un maremágnum de
administraciones chapoteando en el despilfarro, el derroche y la corrupción.
Otro pilar que ha de sostener el templo de la democracia es sin ninguna
duda la herramienta que permite elegir a nuestros representantes para los
poderes ejecutivo y legislativo. La ley electoral improvisada por el gobierno predemocrático
de 1976 que permitió la transición, fruto del estado de emergencia y de las incógnitas
que se abrían en aquel momento en que la dictadura estaba periclitando, se ha
convertido por interés partidista del 'establishment' en una ley electoral que
ha durado 35 años.
Las cosas hay que decirlas: los 'intereses creados' del conjunto del PSOE,
PP y partidos nacionalistas han conformado una oligarquía política que ha
dominado la democracia española, gracias a esta ley electoral inicua e injusta
que amplifica a los mayoritarios y a los partidos localistas, e impide la
emergencia de partidos nuevos de ámbito nacional. Y ello ha propiciado hasta
límites insoportables la corrupción, la duplicidad de funciones, el nepotismo y
el despilfarro.
Por eso como tercera petición a los partidos de la oposición que pueden
relevar al PSOE, partido en estado de 'corpore insepulto' por la negligencia de
Zapatero y la demagogia de Rubalcaba, el que firma estas líneas apunta este tercer
eslabón para la regeneración democrática: Una
ley electoral justa, es decir, listas abiertas para evitar el poder
omnímodo de las cúpulas partidistas, y aplicación real del principio 'un
ciudadano un voto', o lo que es lo mismo, proporcionalidad pura para evitar que
por ejemplo un partido nacional con 300.000 votos tenga un diputado mientras un
partido nacionalista, con esos mismos votos, alcance seis escaños. Sin este
tercer pilar del Estado democrático nuestra España inviable se irá por el
desagüe de la historia.
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