Después de estar 'mareando la perdiz' durante cuatro años, con varios de sus miembros habiendo superado su mandato, incapaces de ponerse de acuerdo en el número de enmiendas, porque obviamente el nuevo estatuto de autonomía de Cataluña era inconstitucional, el Tribunal Constitucional 'ha puesto el huevo'. ¿Y qué tipo de huevo tenemos? Pues debe de ser un huevo de pascua, porque la sentencia del TC es un pastel, una incoherente chapuza fruto del pasteleo entre los diversos sectores políticos que lo constituían, pues sabido es que desde 1986 en que el pacto de hierro entre PSOE y PP abolió la independencia del Poder Judicial, la composición de los altos tribunales es una componenda por cuotas de los partidos políticos.
En efecto, la sentencia es un intento de lavarse la manos tratando no desairar a unos ni a otros; el estatuto engendrado en una noche loca entre el separatista Artur Mas y el confederalista Zapatero era una violación en toda regla de la constitución del 78 haciendo de Cataluña, 'de facto' pero no 'de iure', una nación confederada al Reino de España. Lo que los 'pasteleros' del TC han hecho es eliminar algunos aspectos del texto constituyente de la nación catalana (sic) que resultaban explícitamente inconstitucionales, y admitir otros también inconstitucionales pero diciendo cómo hay que interpretarlos para que sean constitucionales. ¿Cabe mayor cobardía?
El paradigma de la chapuza del TC es admitir que Cataluña se proclama nación, pero luego decir que no tiene efectos jurídicos por mor de la "indivisible unidad de la nación española". ¿Alguien con un mínimo de rigor intelectual puede decir que una rueda es un coche para a continuación aclarar que hay un único coche y que la rueda forma parte del mismo? Lo mismo pasa con la bilateralidad: una vez permitida, España deja de ser en la práctica un Estado de autonomías para ser un Estado confederado, se diga lo que se diga.
En resumen: el estatuto, aunque 'afeitado en sus pitones', sigue siendo un toro de privilegios que rompe la igualdad de todos los ciudadanos españoles y abre la puerta a la deriva confederal. Toda la sentencia es un acto de lavarse las manos al estilo de Poncio Pilatos para eximirse de la responsabilidad histórica de la demolición de la nación española, pero permitiendo que al final ésta pueda ser crucificada en el Gólgota de la iniquidad por la oligarquía partidista que nos domina.
No hay que darle muchas vueltas: el estatuto permitirá que se siga impidiendo estudiar y rotular comercios en español, que la generalitat pueda intervenir en asuntos de interés común pero no al revés, que los políticos social-nacionalistas sigan con sus corrupciones gracias a los privilegios financieros, y en definitiva que se siga inoculando el virus del separatismo en todos los ámbitos de la sociedad catalana para que un día no muy lejano, la 'nación catalana' pueda ejercer en un acto de soberanía -propio de las naciones- la secesión de España.
¿Y los partidos? Pues los nacionalistas contentos pero sobreactuando porque hay elecciones a la vuelta del verano y el victimismo les dará más votos; el PSOE encantado porque la Sra. Casas ha cumplido, aunque con algo de retraso, con las órdenes que le dio en público la vice-vogue para que España camine hacia la república confederal obviando la constitución; y el PP contento porque estaba esperando que se acabara este asunto para avanzar en su plan neofeudalista de convertir la Corona de España en una confederación de taifas, reinos, condados y baronías recuperando la tradición de la CEDA.
¿Queda algún partido que defienda la igualdad de los españoles en derechos y deberes, y que por lo tanto propugne la reforma de la constitución y de un montón de leyes relevantes para revertir esta deriva confederal que abre el estatuto catalán, que se dé cuenta de lo que esta sentencia-trampa significa? Pues había uno que es la UPyD de Rosa Díez, pero de momento guarda un 'estruendoso silencio'. Estaremos atentos a la pantalla.
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