El gobiernito catalanista creó un tribunal inquisitorial para censurar la libertad de los medios de comunicación, algo sólo existente en las dictaduras fascistas, comunistas o islamistas, y en las dictablandas putinescas y chavistas: el famoso CAC, cuyas siglas denuncian su raíz etimológica, pues su nombre -aunque sus autores no sean conscientes porque se trata de un 'acto fallido'- viene de CAC-ICADA, acción arbitraria propia del cacique, del jefe de la tribu, y por extensión del oligarca aldeano decimonónico, como bien ha calificado la prensa extranjera a la 'generalitat' catalana.
Y este 'santo oficio' ha repartido de manera irracional frecuencias de radio, inundando de emisoras a sus amigos y correligionarios, y arrebatándoselas a la oposición al gobiernito neocaciquil, no sólo a la COPE sino a los críticos más tibios como Vocento.
Como siempre la nueva CEDA, el PP confesional e hipócrita, ha criticado la actuación antidemocrática de la inquisición nacionalista, pero no ha movido un dedo de más. Sólo el partido 'Ciutadans' se ha atrevido a convocar una concentración frente a la sede del CAC. Y sólo UPyD se ha sumado a ella.
Es reconfortante pensar que todavía quedan valientes en este 'petit país', pero no lo es ver que ante una censura sin precedentes en las democracias occidentales, sólo unos pocos centenares de personas son capaces de salir a la calle para protestar. Y que ningún otro partido -aparte de Ciutadans y UPyD- apoya el grito de 'libertad de expresión', ni los nacionalistas, por supuesto, ni siquiera los nacionales como el PSOE y el PP.
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