Los damnificados por el Estatut no son entes como la nación española o la democracia, constructos mentales sin realidad material, sino seres de carne y hueso. Los sacrificados por nuestro AS en el altar de sus intereses partidistas son los ciudadanos españoles en general, que pierden la igualdad de derechos ante la ley, y los ciudadanos catalanes en particular, que perdemos también nuestra igualdad al ser clasificados en dos castas, los ciudadanos nacionalistas y los parias.
Me temo que con el montaje del proceso de paz – y por tanto de declaración de la nación vasca- que ha organizado nuestro AS los sacrificados vamos a ser también no entes abstractos sino los ciudadanos: en primer lugar las víctimas del terrorismo, luego los españoles que seremos más desiguales todavía –feudos medievales con distintas leyes y fueros: Cataluña, País Vasco, Restoespaña-, también habrá vascos de primera nacionalistas y vascos de segunda, y una nueva suerte de sacrificados, los ciudadanos navarros que sin comerlo ni beberlo al parecer son parte del botín irrenunciable de ETA y sus amigos nacionalistas.
Con razón pregunta el indomable Fernando Savater en el diario El País: ¿Qué se debe?
Muchas personas sacrificadas en el altar de los mitos ¿no?
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