Cuando esta Navidad, a pocos días del asesinato de dos jóvenes a manos de ETA por el mero hecho de ser españoles, esta organización criminal revienta la Nochebuena a varias familias de Valmaseda, resulta repugnante ver la reacción del sedicente presidente de la autonomía vasca, ese presidentillo que equipara a los asesinos con sus víctimas, a los 'herodes' criminales juzgados por el Estado de derecho con los 'santos inocentes'. Y resulta vomitivo oír al 'buen pastor' Uriarte, ese obispillo nacionalcatólico que equipara el sufrimiento de las familias de las víctimas con el de las de sus verdugos nacionalistas. Vomitivo y muy poco cristiano, porque el farisaico clérigo no ignora que las primeras nada pueden celebrar salvo acudir al cementerio a llorar a sus inocentes mártires, mientras las segundas tan sólo tienen que recorrer unos kilómetros para celebrar las fiestas con sus deudos, encarcelados por criminales y asesinos.
Tres eran tres, los hijos de Aitor, tres eran tres, y ninguno era bueno. Uno asesina, otro recoge las nueces, y el 'padrino' todo lo bendice por el bien de la 'famiglia', la familia nacionalista vasca, naturalmente.
Santa Trinidad. Mafia siciliana. Santa Mafia vasca.
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