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Parece que mil personas se han unido a las plegarias del Obispo de Bilbao, entre ellos los abades de los jesuitas peneuvistas y de los franciscanos zapateristas. Mucho lloriqueo por su mala conciencia para con las víctimas de ETA, pero nada de pedir libertad, memoria, dignidad y justicia, sino diálogo, "caminos inéditos" -¡qué inmundicia ocultará ese eufemismo!- y paz, mucha paz. La paz de Franco. La paz de Stalin. La paz de los cementerios.
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A propósito de la gala de los premios Goya. ¡Cuánto tendrían que aprender nuestros artistillas progres de salón, feministas de pasarela, devoradores de Beluga, marxistas rococó, del genial Woody Allen!: "Yo hago películas, no soy un intelectual".
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La ignara alcaldesa socialista de Ciempozuelos ha pretendido sustituir la conmemoración universal del día del Holocausto judío -seis millones de seres humanos convertidos en humo, cenizas y jabón- por un supuesto genocidio palestino. A esta indocumentada cabe aplicar con contundencia el aforismo de Bernard-Henri Lévy: "El negacionismo es, en sentido estricto, el estadio supremo del genocidio".
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