26 febrero 2011

EL NACIONALISMO COMO PARÁSITO IDEOLÓGICO


¿Cómo se puede explicar que después de 50 años de terrorismo nacionalista vasco, es decir, de asesinatos, mutilaciones y destrucciones familiares de seres inocentes, ETA siga teniendo el apoyo de muchos vascos y algunos navarros, al menos entre cien mil y doscientos mil? ¿Cómo explicar que en el siglo XXI según demoscopias recientes la décima parte de los jóvenes vascos justifique los crímenes en nombre de una presunta nación, y la mitad de ellos equipare a las víctimas con los victimarios?

La razón ha de existir, ha de ser profunda, y sin duda es la misma que nos manifiestan otros estudios demoscópicos acerca del soporte al terrorismo islamista de millones de musulmanes de todo el mundo. El pensamiento crítico, la ciencia, nos ha de dar una respuesta. Y nos la ha dado, lo que sucede es que no la queremos escuchar. El filósofo americano Daniel C. Dennett nos los explica en "Romper el hechizo", uno de sus últimos libros:

"Vemos un hormiga en el prado, escalando laboriosamente una hoja de pasto, más y más alto, hasta que cae. Luego escala otra vez, y otra vez, como Sísifo empujando su roca, siempre intentando alcanzar la cima. ¿Por qué la hormiga hace eso? ¿Qué beneficio busca para sí misma en esta actividad tan fatigosa e inusual? Ésta es, justamente, la pregunta equivocada. No le produce ningún beneficio biológico. La hormiga no está tratando de obtener una mejor vista del territorio, ni está buscando alimento, ni está intentando exhibirse frente a una potencial pareja, por ejemplo. Su cerebro ha sido confiscado por un diminuto parásito, una pequeña duela (Dicrocelium dendriticum), que necesita llegar al estómago de una oveja o de una vaca con el fin de completar su ciclo reproductivo. Este pequeño gusano del cerebro conduce a la hormiga a determinada posición para beneficio de 'su' progenie, no de la progenie de la hormiga. Éste no es un fenómeno aislado. Parásitos manipuladores similares infectan a los peces y a los ratones, entre otras especies. Estos autostopistas hacen que sus anfitriones se comporten de modo inusual, incluso de modos suicidas, todo por el beneficio del huésped, no del anfitrión.

¿Acaso a los humanos les ha ocurrido alguna vez algo semejante? De hecho, sí. Con frecuencia encontramos a seres humanos que dejan de lado sus intereses personales, su salud, sus oportunidades de tener hijos, y dedican sus vidas enteras a fomentar los intereses de una 'idea' que se ha alojado en sus cerebros. La palabra arábiga 'islam' significa "sumisión", y todo buen musulmán da testimonio, ora cinco veces al día, da limosna, ayuna durante el mes del Ramadán y trata de cumplir con la peregrinación, o 'hajj', a La Meca, todo en nombre de la idea de Alá y de Mahoma, el mensajero de Alá. Por supuesto, los cristianos y los judíos actúan de modo similar, dedicando sus vidas a predicar la Palabra, haciendo inmensos sacrificios, sufriendo con coraje, arriesgando sus vidas por una idea. Así también los sijs, los hindúes y los budistas. Y no hay que olvidar a los miles de humanistas seculares que han dado sus vidas por la Democracia, o la Justicia, o simplemente la Verdad. Hay muchas ideas por las que vale la pena morir".

Dennett da en el clavo. Pero debemos añadir que hay una segunda derivada mucho más peligrosa que estar dispuesto a morir por un ideal que ha parasitado nuestra mente, y es estar dispuesto a matar por él. Con frecuencia los cerebros humanos son parasitados por virus meméticos poderosos como el fundamentalismo religioso, o su equivalente político, el nacionalista, que conducen al género humano a asesinar por un mito o al menos a justificar y apoyar el crimen.

Fascismo y comunismo nos trajeron en el siglo pasado millones de muertos; nacionalismo e islamismo son los parásitos mentales de la nueva centuria que nos acechan para destruir no sólo nuestra libertad sino nuestra vida. No todas las ideas son respetables, y el deber de la democracia es defendernos de los criminales, y por lo tanto no dar cuartel a los virus meméticos que alientan el fanatismo de muchos seres desgraciados. Quien no comprenda que debemos impedir que esos parásitos nos conduzcan a la muerte, como a la hormiga de Dennett, no ha entendido la historia, ni entiende nada.

1 comentario:

irrecuperable dijo...

...o el soporte que millones de occidentales dan al terrorismo de estado practicado por las grandes potencias, donde las víctimas de bombardeos sobre poblaciones no occidentales son calificadas de "efectos colaterales"; o se toleran las víctimas de la guerra sucia (secuestros, torturas, ejecuciones extrajudiciales...) "obligados" por "circunstancias extraordinarias". Igual que Batasuna: "lamentamos la muerte violenta de personas pero no condenamos que se las mate".

¿Porqué? Por una cuestión de creencia y sentimiento en que los pueblos, las naciones, las "razas" o las "civilizaciones" son, por naturaleza, antagónicos entre sí, si quieren seguir conservando "sus señas diferenciales".

El mayor crimen de ETA no es que aterrorice, extorsione, haga la vida imposible, ni incluso asesine personas desarmadas. El mayor crimen de ETA es que asume un ideario nacionalista que considera que la "etnia" vasca es incompatible con la nacionalidad española (o francesa). Ahí está la primera raiz del mal (la otra es la lógica maquiavélica de que un buen resultado justifica los medios).

No se opera diferenciando grupos y personas en función de proyectos, ideas, intereses, líneas de pensamiento o actuación, estrategias, metas distintas... que sería lo lógico. No. Sino que se establece una contraposición entre "identidades naturales" y fijas: están los "nuestros" y están los "otros". Y por el hecho de ser diferentes (y si no son tan diferentes, pues se inventan "hechos diferenciales") los "otros" son la peor amenaza para “nosotros”, son antagónicos de los “nuestros per sé.

Por tanto, para "defenderme" de su mera presencia (que en sí mismo representa “una amenaza" o "agresión" por el mero hecho de ser el "otro") "tengo derecho" a eliminarlo si “queremos seguir siendo nosotros” y conservando “nuestras señas de identidad”.

Ahí está la raiz del crimen.

Además, como las diferencias de "identidad" entre los "nuestros" y los "otros" son cada vez menores (cuando no prácticamente inapreciables) el único gran recurso que queda para justificar el antagonismo natural con los "otros" es el simple y duro odio.
Con el nacionalismo el odio es inevitable en un proceso donde cada vez son más parecidos los rasgos generales entre los “nuestros” y los “otros”. Ya decían algunos que el racismo (de muchos blancos con respecto a los negros, por ej.) no se basa tanto en creer que las gentes de raza negra sean muy diferentes, sino en la sensación íntima y la comprobación práctica que NO SON TAN DIFERENTES a los blancos.
Así pues, al final ¿En base a qué explico que mi nacionalidad, "etnia" o "civilización" es INEVITABLEMENTE antagónica a la otra? Respuesta: en puro sentimiento... de odio (porque no queda otra). "Soy sólamente catalán, porque ODIO ser español". No hay más.