24 octubre 2009

PRIVILEGIOS TRIBALES


Decíamos ayer que el PP no era un partido nacional aunque así lo autodenominaran sus dirigentes, sino una confederación de 'facto' de derechas autónomas, en la línea de la CEDA tradicionalista, confesional y caciquil del siglo pasado. Y que el PSOE era ya confederal por estatutos y por praxis política.

Pues bien, esta semana hemos podido comprobar la profunda perversión del sistema político vigente, que nos lleva una vez más a exigir la reforma de la Constitución del 78, que no por ser exitosa en los primeros años de democracia, no podemos dejar de calificarla ahora de deficiente. Y ello por ser anterior al desarrollo del Estado de las autonomías y a algunas canalladas políticas de los dos grandes partidos como la no reforma de la ley electoral -pensada para salir de la dictadura sin una sopa de letras- o como el pacto de la Justicia para limitar la independencia del Poder Judicial.

Esta semana hemos visto que los Presupuestos Generales del Estado del PSOE eran criticados y denostados por todos los grupos parlamentarios sin excepción, porque no sólo no favorecen la salida de la crisis económica sino que nos hunden más en ella por haber sido diseñados por un charlatán de feria y una escriba de medio pelo, ambos analfabetos en economía. Pero con estupor comprobamos que estos presupuestos de derribo eran aprobados en Cortes gracias a los votos de dos 'partidos-prostituta', los grupos nacionalistas vasco y canario, que por el blindaje del Concierto vasco, millonadas de euros y un baúl de privilegios para sus tribus, se han prestado a 'encamarse' con el vendedor de crecepelo de la Moncloa.

Una vez más, privilegios para unos pocos, desigualdad para todos los ciudadanos, vuelta a la España carlista, a las taifas y feudos medievales, o quizá a las tribus prerromanas de Hispania. Un PSOE confederal que ya concedió a sus caciques catalanes el privilegio inconstitucional del 'estatut', otro estatuto parecido a las tribus turdetanas del entonces caudillo tartesio Chaves, y que continuamente trocea el Estado para ligar pactos y mantenerse en el poder como sea y al precio que sea.

Ahora bien, podemos criticar todo lo que queramos el infame peaje que Zapatero paga por que las tribus vascona y guanche le aprueben los presupuestos a cambio de ominosos privilegios, pero pensemos que el PP hizo y hará exactamente lo mismo.

Sólo cabe una esperanza de futuro: el tercer partido, un partido nacional, que con una decena de diputados en Cortes pueda ayudar a formar mayorías a izquierda o derecha, pero no al precio de disgregar el Estado sino bien al contrario exigiendo el restablecimiento de la Unión: una España de ciudadanos libres e iguales en derechos y deberes.

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