11 julio 2006

¡YA TENIM PARTIT!


El pasado 9 de Julio nacía un nuevo partido en Cataluña pero con ámbito español: CIUDADANOS – PARTIDO DE LA CIUDADANÍA.

Un jovencísimo y desconocido abogado ha sido nombrado presidente del partido –el ciudadano Albert Rivera-, y un veterano luchador desde la izquierda contra el nacionalismo obligatorio en Cataluña, secretario general –el ciudadano Antonio Robles-.

Confiemos en que sean capaces de convertirse en ese tercer partido, entre la derecha nacional-católica del PP y el complejo social-nacionalista de la alianza del PSOE con los nacionalistas periféricos, que los ciudadanos españoles necesitamos.

¡Salud, ciudadanos!

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Sigo a CdC desde sus comienzos. Asíduo interveniente en el blog de Casa Arcadio desde febrero de 2004 todo se ha ido formando alrrededor de la figura de su controvertido protagonista.

Sagaz e inteligente al no querer que CdC fuera una corriente de opinión, -cosa que haría difícil su distanciamiento del grupo si éste deviniese en partido político-, han hecho lo que varios de los “llamados” intelectuales, - con él a la cabeza-, han escenificado. Un partido político para que se enfrenten a los que tienen los poderes que llevan a la Carrera de San Jerónimo.

El enfant terrible y su cohorte de amigos íntimos seguirán en sus púlpitos mediáticos lejos de la sucia lucha plebeya.

Charnego...impertinente.

Anónimo dijo...

En la fotografía se observa como D. Corleone dá consejos al más grandullón de sus vátagos:
LA SOCIEDAD CIVIL
En la categoría de: Historia, Política — Antonio García Trevijano @ 12:46 am
Sabemos que existe. La encontramos por todas partes. Se habla de ella con frecuencia. Incluso como algo bueno y positivo. Y se la invoca, sin conocer quien es ni donde está. Pese a su anonimato, goza de prestigio y suscita unas esperanzas que los mundos político y cultural no son capaces de despertar. Parece algo muy importante, puesto que con su expresión queremos referirnos a la globalidad que no es Estado ni Comunidad.

En tiempos lejanos, la sociedad civil se oponía a la religiosa y a la militar. Los filósofos alemanes la bautizaron con el mismo nombre y apellido que la sociedad burguesa y, enseguida, se opuso a la sociedad proletaria. Los enfrentamientos y conflictos entre ambas sociedades, la económica y la laboral, produjeron en Europa las ideologías políticas del siglo XIX, con las consiguientes guerras civiles, revoluciones y Estados totalitarios del XX.

Es inútil acudir a los grades pensadores del pasado para saber de lo que hablamos cuando nos referimos hoy a la sociedad civil. El último de ellos, Gramsci, nos descubrió que no era la sociedad política, ni el poder estatal, sino la sociedad civil, como escenario del conflicto social, la que creaba las ideologías y legitimaba a la sociedad política, la formada por los partidos y la opinión, en tanto que intermediaria entre la civil y el Estado.

Pero desde el final de la guerra mundial, o dicho con más precisión, desde que los partidos políticos europeos se integraron en el Estado, como órganos del poder estatal, tal como habían hecho antes los partidos únicos de los Estados Totalitarios, la sociedad civil se quedó huérfana de representación política, dejó de producir ideologías para la ya inexistente sociedad política, y se convirtió en el lastre o peso muerto del Estado social, que lleva años suplantándola, y de los comunidades nacionalistas que la están acabando de asfixiar en los últimos decenios.

La famosa teoría del ocaso o crepúsculo de las ideologías (que en España formuló con brillantez Gonzalo Fernández de la Mora) se quedó en la descripción del fenómeno, pero no ahondó en la causa que lo producía. Que no era otra que la eliminación de la presencia ideológica de la sociedad civil en el Estado de partido único, en el Estado de partidos y en las Comunidades nacionalistas o en las de sus imitadoras regionales.

En el contexto cultural de esta Monarquía de partidos, la definición de lo que es hoy la sociedad civil, casi nada, y lo que debe ser en el futuro, casi todo, solo puede surgir de un pensamiento revolucionario y republicano.

Anónimo dijo...

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