04 diciembre 2005

EL DECRETO CONTRA ATAQUES MALICIOSOS

“Y hasta las palabras se convirtieron en delitos, en un alejamiento aún mayor de las normas civilizadas. (...) tuvieron como consecuencia que en 1933 se emitiese el Decreto contra Ataques Maliciosos, que criminalizaba los comentarios hostiles sobre la jefatura, el partido y el Estado. Los tribunales y la policía asumieron la responsabilidad de imponer un talante de optimismo panglossiano, castigando incluso los comentarios más involuntarios o inocentes que impugnasen los “nuevos tiempos” del “nuevo Estado” en general. Se impuso obligatoriamente darse por satisfecho y ser feliz”.

Leyendo estas líneas de la obra “El tercer Reich” de Burleigh uno se da cuenta de que reflejan con extraordinaria similitud la situación que vive España en 2005, con su presidente pleno de optimismo panglossiano, su proyecto para los “nuevos tiempos” y su “nuevo Estado” resultado de la implosión de regiones españolas devenidas en “naciones” soberanas, y su intento de amordazamiento de los políticos y medios de comunicación hostiles.

También fue necesario, para que Hitler promulgase su “Decreto contra Ataques Maliciosos”, unos años previos de acoso y derribo, de criminalización y de siembra del odio, por medio de críticas feroces por un lado y de asaltos de bandas callejeras y comandos paramilitares por otro a los elementos hostiles al régimen.

No es una exageración decir que Zapatero en Madrid y Maragall en Cataluña preparan algo parecido a semejante “Decreto contra Ataques Maliciosos”. Todo un ministro en Madrid y jefe absoluto en Cataluña, José Montilla, ya ha puesto en la diana de momento a la COPE y a El Mundo. Las Secciones de asalto ya han actuado en Madrid y en Barcelona. Naturalmente Zapatero no tiene sometido al Estado como lo tenía el nacionalsocialismo alemán en 1933, por lo que el intento enfrenta muchos dificultades, y en cualquier caso se presentará con un envoltorio posmoderno y mucho marketing político.

Pero la ideología no engaña, y la intención política está ahí.

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